Tarta Banoffee con dulce de leche y plátano
La historia del postre cautivó a la princesa Diana se remonta a comienzos de la década del 70 y a Jevington, un pueblo antiguamente habitado por monjes ubicado en el distrito de East Sussex, sudeste de Reino Unido.
Allí funcionaba, desde 1968, un restaurante llamado The Hungry Monk (“El monje hambriento”). Su dueño se llamaba Nigel Mackenzie y su jefe de cocina, Ian Dowding. En 1971, juntos dieron, casi por casualidad, con la receta que años después daría la vuelta al mundo.
Dowding preparaba un extraño y suave toffee hecho a base de leche condensada que dejaba en latas sin abrir flotando en el agua durante horas. Cuando lo vio, Mackenzie le sugirió hacer un postre que tuviera ese toffee y juntos decidieron que lo mejor sería combinar la salsa con bananas en una base sólida. La fórmula ganadora estaba lista. Mackenzie lo nombró “Banoffee Pie”.
Fue un éxito inmediato entre sus clientes y, sorprendentemente, la fama del postre no solo trascendió el restaurante y el pueblo, sino que trascendió las fronteras del país. Algunos años después ya se servía en restaurantes de Australia y Estados Unidos.
Ni a Mackenzie ni a Dowding se les ocurrió registrar el nombre del plato, que hasta fue incluido en el prestigioso diccionario de Oxford. En 1984 intentaron demostrar su autoría. Como los supermercados estadounidenses vendían el postre como si fuera suyo, Mackenzie le ofreció 10.000 libras a cualquiera que tuviera pruebas de que el Banoffee no era de él.
“Ni siquiera me importa que no me recuerden, solo me gusta el hecho de que dentro de muchos años alguien en algún lugar estará haciendo un pastel Banoffee”, escribió Ian en su página web. Considerando la popularidad mundial del plato, parece que su deseo se está cumpliendo.