Plinio el Viejo mencionaba los caracoles en su obra Naturalis historia, ya que los romanos fueron la primera civilización de la que queda constancia un consumo habitual de caracoles. Aunque pueda resultar curioso, poco han evolucionado su obtención y sus recetas, ya que los romanos incluso tenían criaderos relativamente similares a los actuales.
Se trata de uno de los platos más antiguos de la gastronomía española -y mediterránea- si bien en cada época se han comido por motivos radicalmente distintos. Pero el consumo de los caracoles se remonta al paleolítico, una época en la que imaginamos a fieros hombres cazando gigantescos animales, cuando lo más habitual era que “echaran mano” de los recursos sencillos y poco peligrosos.
Este era el caso de la recolección puntual de champiñones, frutas silvestres o caracoles. De ello dan muestra las conchas de caracol de los yacimientos de la región de los Alpes Marítimos en Francia o de LAbric, junto a Benidorm.
En esos tiempos remotos, los caracoles suponían una fuente rápida de alimentación, al igual que lo han sido durante el resto de la historia en épocas -y zonas- de hambre, guerra o escasez.
Los romanos
Pero fueron los romanos, verdaderos creadores de modas de origen plebeyo que ellos convertían en tendencia, en curiosidad y en objeto de culto. Algo así como lo que actualmente ocurre cuando se comen los pajaritos fritos, las ancas de rana o el lagarto, bastante más habituales en España que en el resto del mundo, y convertidos en manjares localmente (No nos acomplejemos, que en China el escorpión y la cucaracha se venden en exquisitos mercados).
Lo curioso es que los romanos, no solo los incluían en su dieta sino que les atribuían propiedades beneficiosas para la salud -algo que podríamos volver a investigar- e incluso un cierto “karma” que los convertía en amuleto de la suerte. Así pues, los caracoles llenaban los frisos y los suelos de mosaico de las villas romanas, y se reflejaban en los dibujos de la época.
Los romanos ya criaban de forma industrial en huertos que llamaban coclearia, que no han variado en exceso de los que ahora tenemos en España y Francia, principalmente.
Países Católicos
En los países católicos culturalmente, como España, Francia e Italia, la tradición ha continuado porque durante la Edad Media los caracoles consistían un buen sustituto para la carne en tiempo de Cuaresma, y eran un producto muy fácil de obtener de modo gratuito. “El arte de cozina” de Diego Granado, de 1614, muchas veces retomado por otros escritores de gastronomía y artes culinarias, fue el primer libro de cocina en lengua castellana.
En el se reflejan recetas de monasterios, que los incluían en su dieta por ser un producto que ellos mismos podían conseguir con facilidad, si bien siempre se ha creído con razón que según el alimento del caracol y el tipo de especie, estos podían tener unas u otras propiedades, e incluso ser venenosos. Diego Granado detallaba el modo de limpiarlos, conservarlos y cocinarlos.
Si quieres ver más recetas te dejo la página con las Recetas de la Comunidad de Madrid